No me dan pena los burgueses.
vencidos. Y cuando pienso que van a darme pena,
Aprieto bien los dientes y cierro bien los ojos.
Pienso en mis largos días sin zapatos ni rosas.
Pienso en mis largos días sin sombrero ni nubes.
Pienso en mis largos días sin camisa ni sueños.
Pienso en mis largos días con mi piel prohibida.
Pienso en mis largos días.—No pase, por favor. Esto es un club.
—La nómina está llena.
—No hay pieza en el hotel.
—El señor ha salido.
—Se busca una muchacha.
—Fraude en las elecciones.
—Gran baile para ciegos.
—Cayó el Premio Mayor en Santa Clara.
—Tómbola para huérfanos.
—El caballero está en París.
—La señora marquesa no recibe.En fin, que todo lo recuerdo.
Y como todo lo recuerdo,
¿Qué carajo me pide usted que haga?
Pero además, pregúnteles.
Estoy seguro.
de que también recuerdan ellos.— Nicolás Guillén
Si tuviera que responder la siguiente pregunta —decía Proudhon—: ¿qué es la esclavitud? Respondería en unas cuantas palabras: es asesinato, ya que esclavizar a un hombre es asesinarlo. Usando de nuevo una de las afirmaciones de Proudhon, si le preguntásemos “¿Qué es la propiedad?”, diría sin dudarlo: “La propiedad es un robo”. En esta entrada veremos qué es la burguesía, cuál es su razón de ser y por qué debemos de acabar con ella para lograr por fin una sociedad más justa.
La burguesía
El término burguesía viene del francés “bourgeoisie” y se utilizaba, por razones históricas, para denotar a todos aquellos mercaderes y comerciantes que habitaban en las nacientes ciudades de la Europa occidental, también llamadas burgos. En un contexto un poco más contemporáneo, esta palabra es utilizada para llamar a las personas dueñas del capital y medios de producción, como las fábricas y la tierra, por nombrar unos cuantos. Mientras que al resto de la sociedad, a quienes llamaremos proletarios (de proletariado), no les queda más solución que la de vender su fuerza de trabajo por un mísero salario.
Poder y explotación: El control de la burguesía
Si nos ponemos a revisar la historia, veremos que el poder de los burgueses va más allá de los bienes y del capital, ya que su influencia, aparte de ser económica, también es política y social, pues se ha encargado de moldear instituciones y gobiernos para que estos sirvan principalmente como guardianes de sus intereses. También podremos ver que la base de sus riquezas siempre ha sido la explotación del trabajador, quien por medio de largas jornadas de trabajo y bajos salarios enriquece así a su empleador, mientras apenas puede suplir sus necesidades básicas. Esto no es más que un ciclo interminable de explotación, desigualdad y dependencia que hace, y hará siempre, que el poder y el capital queden en mano de unos cuantos.
Gracias a este ciclo de desigualdad, explotativo e inherente al capitalismo, Karl Marx definió el concepto de “plusvalor” o también llamado “plusvalía“, que podemos definir como la cantidad monetaria que crea el trabajador, por encima de su salario, es decir, la diferencia de lo que los trabajadores producen con lo que se les paga.
Veamos la plusvalía con un ejemplo; imaginemos una fábrica de zapatos: a los trabajadores se les paga un salario por su labor, mientras que los zapatos que producen son vendidos a un precio significativamente más elevado. La ganancia de esas ventas va directo a los bolsillos de los propietarios burgueses, mientras que los trabajadores apenas pueden sobrevivir para llegar a fin de mes. Esto no hace más que generar aún más desigualdad entre ambas clases sociales; mientras unos se enriquecen a costas del trabajo del proletariado, los otros se ven sumergidos en un mar de miseria, desigualdad y explotación.
Propiedad: Una herramienta de control
Cuando nos referimos a la propiedad, no estamos hablando únicamente de bienes materiales; también nos referimos al poder de control y dominación que tienen los burgueses. La propiedad no es más que una fuente de desigualdad, que promueve la competencia y el conflicto entre pueblos y comunidades.
Al decir que la propiedad es un robo, nos referimos a todas esas tierras que fueron arrebatadas a nativos indígenas y campesinos, todas las naciones que fueron colonizadas, y muchos otros ejemplos que podríamos poner. Todo esto nos permite argumentar que la adquisición de esta generalmente va ligada al trabajo de otro, obtenida por medio de la explotación y la opresión. Los ejemplos que podemos poner no son solamente de eventos que ocurrieron siglos atrás; el mero hecho de que el 1% tenga la mayoría de las riquezas del mundo mientras los otros se están muriendo de hambre o de enfermedades por vivir en situaciones insalubres nos demuestra que aún seguimos siendo víctimas de estos robos.
La burguesía perpetúa este ciclo de defender el derecho a la propiedad privada, usualmente a las expensas de la justicia social. Ellos desde siempre llevan diciendo que la propiedad es esencial para la libertad y el crecimiento económico del individuo; sin embargo, esta perspectiva ignora que, en realidad, tal libertad se construye con la labor y el sudor de los oprimidos. Abolir la burguesía significa también abolir tal afirmación de que la propiedad es un derecho fundamental.
Hacia un mundo más justo
Paremos por un segundo y pensemos: imaginemos un mundo donde los medios de producción pertenezcan a todos por igual, donde todos tengan voz y voto para decidir cómo son gestionados los recursos y en el que las necesidades de la comunidad prevalezcan sobre el beneficio individual. En tal sociedad, la explotación que es inherente al modelo capitalista sería reemplazada por la colaboración y la responsabilidad compartida. Los trabajadores estarán así empoderados para tomar decisiones sobre su trabajo, lo que garantizaría que reciban una compensación justa y el reconocimiento de sus contribuciones.
Este mundo no es solamente una idea teórica o utopía que tienen algunos; podemos ver algunos casos como La Commune de París ocurrida en 1871, o la guerra civil española de 1936, que intentaron crear una sociedad realmente igualitaria que priorizara las necesidades de la mayoría sobre los caprichos y deseos de unos cuantos. Aunque casi todos estos casos se enfrentaron a una violenta represión, demuestran que si nos organizamos, que si leemos y nos educamos, ese mundo sí es posible.
El camino hacia la liberación
Para llegar a una sociedad anarquista, se requiere de mucha educación y solidaridad entre la clase trabajadora. Es esencial reconocer que las necesidades de distintos grupos están interconectadas. La lucha contra la burguesía no es solamente sobre igualdad económica; esta lucha abarca un rango gigantesco de injusticias sociales, incluyendo la igualdad de raza y de género, justicia por el medio ambiente y los derechos de comunidades marginalizadas.
Construir alianzas a través de todas estas luchas es crucial. Volviendo al anarquismo, los anarquistas defendemos una forma descentralizada de organización, donde los individuos se reúnan para formar redes de apoyo mutuo y soporte. Fomentando la solidaridad, podemos crear un movimiento poderoso que acabe de una vez por todas con el status quo y desmantele todas las estructuras de opresión.
Para poder lograr un futuro sin la burguesía, debemos primero confrontar las realidades de nuestro sistema actual. Esto implica examinar nuestra propia complicidad en mantener estas estructuras y activamente buscar formas de resistirse a ellas y desmantelarlas. La educación, la acción directa y la organización comunal se convierten en esenciales para poder avanzar por este camino, camino hacia la liberación.
La educación es el arma más poderosa contra la opresión. Al crear conciencia sobre la naturaleza de la burguesía y las injusticias inherentes al capitalismo, podemos empoderar a los individuos a cuestionarse y desafiar el status quo. Esto implica, no solamente, entender las fundaciones teóricas del anarquismo, sino también llevarlo a la práctica con la participación de movimientos que busquen crear alternativas.
La acción directa también es completamente necesaria en nuestra lucha contra la burguesía. Acciones como participar de paros, huelgas, protestas y ocupaciones (o el mero hecho de amar y ser solidarios también es un acto sumamente revolucionario). La acción directa nos permite tomar acciones por nuestra propia cuenta, para así no depender de organizaciones políticas tradicionales que para lo único que realmente funcionan es para defender a la burguesía.
La organización comunal se centra en construir redes locales de apoyo y cooperación. En crear espacios donde los individuos se puedan reunir para compartir recursos, conocimientos y habilidades, para así empezar a construir las bases de una nueva sociedad.
Una llamada a la acción
De nuevo, la lucha contra la burguesía no es solamente una lucha por bienes materiales; es la lucha por la dignidad y liberación humana. Si de verdad queremos llegar a un mundo totalmente justo, tenemos que reconocer que la abolición de la burguesía es una pieza fundamental. Como dijo Proudhon: “La propiedad es un robo“, y todos los sistemas que la defiendan deben ser también derribados para dar lugar a otros que permitan una sociedad basada en la cooperación y en el apoyo mútuo.
La visión de un mundo libre de las cadenas de la opresión y explotación no es solamente una utopía o un sueño; es una posibilidad que requiere nuestra acción colectiva. Vamos a luchar por la solidaridad entre obreros, desafiar el status quo y trabajar juntos para forjar un camino a un futuro más justo y equitativo. Ahora es el momento de actuar, únete a nuestra revolución contra el estado y la burguesía.