En un mundo obsesionado con el dinero y la productividad, la creatividad a menudo es reducida a un instrumento meramente de producción económica; si no genera dinero, no sirve. Para todas aquellas personas más allegadas a las humanidades, ciencias sociales y artes —campos que no pueden ser cuantificados— esta lógica capitalista puede ser bastante agobiante. Tal lógica busca que justifiquemos nuestras pasiones, que convirtamos nuestras creaciones en comodidades y que validemos nuestra existencia solamente por los números que generamos. Pero, si miramos detenidamente, el mero hecho de crear algo es sumamente revolucionario, ya que la creación es un acto de liberación; crear algo solamente porque nos apasiona es una forma de desafiar el sistema.
La jaula capitalista: cuando la creación se convierte en producción
El capitalismo se basa en controlar y en medir. Siguiendo esta lógica, todo debe ser útil, debe ser visualizado por métricas y generar ganancias. Esta ideología no solo se refiere a bienes materiales; se extiende a la expresión humana. El arte, la filosofía, la literatura, la historia e incluso nuestra percepción de la sociedad la reducen a la siguiente pregunta: ¿qué valor tiene?
Con valor, obviamente, no se refieren a qué tan felices nos hace o qué significado tiene. Con valor se refieren a la suma por la que puede ser vendido, ya sea de forma directa o indirecta. El artista que se muere de hambre es un gran ejemplo de esto, el capitalismo trata la creatividad como un lujo reservado únicamente a los ricos, o a aquellos que están dispuestos a sufrir por su pasión. De igual forma, a los estudiantes de artes o de ciencias humanas se les suele preguntar: “¿Qué vas a hacer con esa carrera?”. Esta pregunta no es más que una forma de preguntar, “¿con esa carrera cómo vas a contribuir al mercado?“.
Esta forma capitalista de ver las cosas, nos obliga a ver nuestras creaciones con unos ojos utilitarios. ¿Es acaso lo que nos apasiona productivo? ¿Se alinea con las tendencias del mercado? ¿Nos dará algún tipo de reconocimiento o ganancia? Cuando empezamos a interiorizar todas estas preguntas, empezamos a dudar de lo que realmente vale nuestra creatividad a menos que siga algún estándar externo. El resultado de esto es una distorsión de la creatividad misma.
Bajo esta presión, nos olvidamos del porqué de nuestras creaciones. Dejamos de pintar porque amamos aunque amemos los colores, dejamos de escribir aunque amemos las historias y dejamos de estudiar aunque tengamos curiosidad hasta por el más mínimo detalle. En lugar de esto, estamos coaccionados a convertirnos en engranajes en una máquina cultural, produciendo no por el placer de crear, sino para sobrevivir en un sistema que nos demanda ganancias sin parar.
La liberación por medio de la creación
Esta entrada no es más que una invitación abierta a rechazar este sistema y recuperar nuestro derecho a crear libremente. El capitalismo nos puede obligar a producir, pero no por eso tenemos que seguir sus órdenes. Nuestras creaciones no le pertenecen al mercado; nos pertenecen a nosotros.
Los invitamos a trabajar por nuestra autonomía, a luchar por el apoyo mútuo y el rechazo de jerarquías opresoras. Con esto no nos referimos únicamente a estructuras políticas, sino también a cómo abordamos nuestras pasiones y actividades personales. Crear sin ideas capitalistas en nuestra cabeza es rechazar la mercantilización de nuestro trabajo. Es reclamar el acto de creación, como un acto de placer, resistencia y conexión.
¿Cómo se ve esto aplicado en la práctica? Esto se ve en todos esos murales en distintas comunidades, sin importar si le llevará fama al autor. Esto se ve en estudiar antropología para entender mejor y desmantelar los sistemas coloniales, y no para subir más en la escalera de reconocimientos académicos. Esto se ve en escribir poesía que rechaza las normas sociales, incluso si nunca es publicada.
El potencial de las humanidades, ciencias sociales y artes
Las humanidades, ciencias sociales y artes son campos inherentemente subversivos. Ya que estos plantean preguntas que rechazan el poder, que exploran la complejidad de la experiencia humana, imaginan y proponen alternativas al futuro que vivimos. La filosofía nos enseña a cuestionar la autoridad. La sociología expone desigualdades sistemáticas. El arte se encuentra con nuestras emociones y generan resistencia. Todas estas áreas de estudio nos recuerdan que el mundo como es ahora no es el mundo que será siempre.
El problema es que, bajo el capitalismo, todos estos campos son violentamente separados de su verdadero potencial; son redireccionados para que, en lugar de ser usados como una forma de resistencia contra el sistema, se conviertan en un sirviente más. Las universidades, actualmente manejadas como negocios, priorizan las investigaciones que atraigan financiamiento o sirvan a intereses corporativos.
Reclamar el verdadero potencial de estas áreas de estudio es reclamar su poder revolucionario. Es insistir en que el arte, el conocimiento y la creatividad no existen para generar ganancias, sino para servirle a la gente. La sociología puede ser una herramienta para organizar comunidades. La filosofía nos puede guiar a un mundo más ético. El arte puede inspirar movimientos y transformar sociedades. Estas disciplinas no son comodidades, son actos de resistencia.
¿Cómo reclamar nuestra pasión?
Reclamar nuestra pasión del sistema capitalista, sistema que nos han implantado por generaciones, no es fácil. Literalmente requiere desaprender años de condicionamiento que igualan el valor de algo con su productividad. Es ignorar a esa voz de nuestras cabezas que dice que estamos perdiendo el tiempo a menos que estemos produciendo algo que pueda ser medido. Lo más importante requiere un compromiso de crear por ti y por tu comunidad, no por el mercado o sus guardianes.
Algunos pasos que pueden ayudarnos a empezar en este proceso:
- Llegues o no, disfruta del camino: Dejemos de pensar en hacer las cosas “perfectas“. Enfoquémonos más en el acto de crear, en el placer de hacer bocetos, de escribir borradores, de pensar y de experimentar.
- Despréndete de las métricas: Ya sean likes en redes sociales, calificaciones en la escuela o cifras vendidas, deja de medir tu creatividad con métricas externas. Tu valor como creador no está definido por números.
- Estudia por la liberación: Si estás estudiando alguna humanidad o ciencia humana, no te obligues a alinear tu trabajo con lo que tu institución o el mercado demanda. Dedícate a explorar cuestiones que puedan traer un beneficio a ti y a tu comunidad, incluso si no llevan a resultados “rentables” o “prácticos“.
- Abraza la imperfección: El capitalismo prospera en nuestras inseguridades, convenciéndonos de que nuestro trabajo debe ser pulido, profesional y de valor comercial. En realidad, la imperfección es inherente al ser humano, y es ahí donde realmente nace nuestra creatividad.
- Comparte libremente: Cuando sea posible, comparte tu trabajo sin monetizarlo. Crea y distribuye fanzines, haz talleres o da presentaciones en espacios públicos. Esto no es sobre rechazar una compensación, sino más bien sobre rechazar la idea de que el arte o el conocimiento debe tener siempre una etiqueta con un precio.
Un sistema que asesina artistas
Desde una edad muy temprana, el sistema de educación nos enseña a conformarnos en lugar de crear. Las escuelas priorizan la obediencia sobre la curiosidad, la estandarización sobre la imaginación. Los artistas, pensadores y soñadores son obligados a pasar por estructuras rígidas donde su valor es medido por calificaciones, exámenes y en qué tan bien encajan en espacios predestinados para cada uno de ellos. El arte es tratado como un lujo extracurricular, algo secundario a las materias “prácticas“. La pasión es descartada a menos que pueda ser usada como una habilidad rentable. ¿Cuántos artistas, escritores y creadores en general han sido silenciados antes de que hayan tenido su oportunidad de brillar? El sistema actual no nutre la creatividad, acaba con ella, convirtiéndonos en trabajadores, no soñadores. No pararé de decirlo jamás, las escuelas son cárceles diseñadas a asesinar artistas.
Pero no todo tiene que ser de esta manera. Te puedes liberar de estas cadenas, de las expectativas que te obligan a ser alguien que no eres ni quieres ser. Liberarse significa rechazar la necesidad de validación externa y reconectar con tus pasiones. Sé curioso. Explora todo lo que te interese. Crea sin límites, sueña sin permiso y vive sin miedo. Solo así es cuando podremos empezar a construir un mundo donde el arte, el conocimiento y la pasión no son herramientas de opresión, sino más bien actos de liberación.
Una visión de liberación
Imagina un mundo donde la creatividad no es un privilegio reservado para los ricos, o una carga que dificulte nuestra supervivencia. Imagina estudiantes cursando filosofía, no para obtener un trabajo, sino para entender la justicia. Imagina artistas creando no para galerías, sino para barrios. Imagina sociólogos e historiadores trabajando, no para centros de estudios, sino para movimientos y comunidades.
Esto no es una utopía, es una posibilidad esperando ser realizada. Esta empieza cuando nosotros, como creadores, rechazamos la lógica de la productividad y nos aferramos a la libertad de crear bajo nuestros propios términos.
No dejes que la presión de producir supere tu pasión por crear. Al resistir esta presión, no solo estás reclamando tu creatividad, estás reclamando tu humanidad. Crea con valentía. Crea sin pedir perdón a nadie. Y más importante, crea como un acto de resistencia.